Para un momento. Quédate quieta, no respires.

El murmullo del viento pasa junto a ti. Susurrando melancolía, añorando voces roncas de ríos nacientes, de manantiales embravecidos por la fuerza de su canto.

¿Lo escuchas? Fíjate en el tono azulado de su lamento. Intenta atrapar el sonrojo de su cara cuando te mira. Cierra los ojos y olfatea su olor a perfume de ramas recién cortadas. Deja volar tu pelo y nota su caricia adornada de noches de vela junto a fuegos dormidos de gente olvidada y eterna. Deja escapar una lágrima y siente cómo la recoge en sus brazos, cómo la arrulla y la envuelve, cómo la posa en mi cara, cómo te la devuelve envuelta con la mía.

¿Lo ves? Mira cómo cimbrea árboles montaña abajo, cómo redondea las lomas arrancando motas y jugando con ellas. Observa qué rápido sube y baja los barrancos excavados por las máquinas como queriendo borrarlos. Ve cómo borra las huellas de neumáticos de la montaña puliendo los senderos con sus besos aterciopelados.

¿Lo recuerdas? Ayer y antesdeayer era igual que hoy. El viento no ha cambiado. Y nos mira como queriendo acordarse de nosotros, nos recorre la cara porque no tiene ojos para mirarnos, nos come con sus lameteos suaves, nos invita a seguirle.

¿Vamos? Como siempre que venimos, quiere que subamos a su lomo y llevarnos montaña arriba y enseñarnos su valle y sus rocas. Y su gruta. La gruta profunda donde nace el viento y donde nacen los sueños, donde muere el agua del río y donde duerme la luna cada noche de tormenta. Donde duerme mi sueño y tu sueño, donde va mi pensamiento cada vez que estás lejos.

Para un momento. Quédate quieta, no respires.

El viento se ha dormido.

 

Angel Lorenzana Alonso