El día que había dibujo, Agustín se concentraba en los trazos, era tan feliz que no daba un ruido. Posar imágenes sobre la página en blanco del cuaderno, era una extraordinaria forma de estar, de hacer que su inteligencia encontrase un rincón lúdico donde ir estableciendo la pasión por las formas, por la luz y las sombras, por el trazo. Tuvo la suerte, dice él, de tener un vecino al que también le gustaba el arte. Al lado de Carlos Ferrero, un gran restaurador, fue introduciéndose aún más en el mundo de la magia que es volver a dar vida a una obra ya vencida. Con los conocimientos que iba adquiriendo al lado de Carlos, Agustín comenzó a cincelar relieves en madera, además de realizar sus dibujos tanto figurativos como realistas. Poco a poco fue adentrándose en la pintura.
Así, andando el tiempo, un buen día, llegó hasta él un carguero de una ventana, un bloque de nogal, del que salió una gran obra tallada con figuras que nos pueden hacer recorrer un bosque onírico donde el movimiento se hace patente. La peana de esta obra la conforman tres piezas en forma de animales, éstos sustentan la columna que nos lleva a un escenario totalmente original donde late la búsqueda del inicio, ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos? Al menos eso es lo que me suscitó a mí su contemplación. En ella viven seres con cuerpos de humano y cabezas de animal y viceversa, así como también humanos que trepan hacia el útero final, pudiera ser que tengamos que iniciar el viaje visual de la obra arriba y terminar con la mirada en la peana, cada uno elegirá cuando esté delante del tótem creado por el artista.
Además de esta genial obra, tiene otra en la que se pueden observar figuras en movimiento, buscando quizás, la razón de esta existencia que a todos nos trae un poquito de cabeza en los días picudos.
También podemos contemplar otras tallas de tamaño más pequeño, pero no por ello menos extraordinarias, sin olvidarnos de unos cuantos dibujos y algún cuadro que hacen de esta exposición “Arte en el medio rural”, una magnífica manera de sanarse de la cotidianeidad que nos acompaña en el discurrir del día a día.
Por supuesto, Agustín trabaja el barro y la piedra. El gran coloso que se puede observar en el jardín de su casa y que se ve en la fotografía, está esculpido por Agustín Pérez Fernández en piedra.
Mordida existencial: Si tienes uno de esos días pesarosos, en los que te preguntas qué demonios has venido a pintar aquí, a este planeta que flota en un universo totalmente desconocido, no dudes en visitar la exposición de Agustín Pérez Fernández. Estará en la nueva Sala de Exposiciones del Ayuntamiento de Villarejo de Órbigo, situada en la antigua sala de Extensión Agraria de Veguellina de Órbigo, hasta el próximo sábado día 15 de julio. Además el propio autor, estará encantado de explicarte cómo, porqué y de qué manera ha llegado hasta esta forma de expresión él, que solo se puede dedicar al arte en los ratos libres. Es una óptima manera de no dejar que las neuronas se vayan por los Cerros de Úbeda y nos den dolor de coco. Pero no te creas todo esto, acude a comprobarlo.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.