Las heladas de los primeros días de mayo ocasionaron unas alarmantes pérdidas en la agricultura berciana, muy particularmente en los frutales, y en lo que aquí nos ocupa, el viñedo. Pérdidas similares a las de la denominación Tierra de León y muy inferiores a las de otras de Castilla y León como Rueda y Ribera. Esas pérdidas, en todo caso superiores al 60 por ciento respecto a un año normal, se constataron a lo largo de todo el ciclo del cultivo por parte de los técnicos de las bodegas, de los técnicos de la denominación de calidad, y de los técnicos de la consejería de Agricultura. Pero lo que es más importante, las constataron los agricultores, los viticultores, que son los que saben lo que hay y lo que no hay en sus viñas. Llegado el momento de la vendimia, Rueda y Ribera confirman pérdidas entorno al veinticinco por ciento, y Tierra de León, pérdidas en sintonía con la que se venían anunciando, es decir, una auténtica ruina. Pero mira por donde que en la D. O. Bierzo, se produce la multiplicación de los panes y los peces, y la merma se limitó a un asumible veintinueve por ciento.
¿Está la D.O. falseando las cifras para permitir el fraude de que algunas bodegas metan uva o mosto de fuera? Quiero pensar que no, pero el debate está en la calle, en cualquier calle de cualquier localidad productora del Bierzo. El razonamiento más lógico es otro. Si damos por bueno que el Consejo Regulador tiene inscritas 3.000 hectáreas (se supone entonces que hay alguna más), y una hectárea en el Bierzo, en años normales, produce no menos de 8.000 kilos de uva (creo que he sido muy prudente con la cifra), la producción normal en la zona de influencia de la denominación es de 24.000 toneladas de uva anuales. Más o menos, unas pérdidas del 60 por ciento nos llevan a esa cifra oficial del Consejo de 9.000 toneladas recolectadas. Esta es la cifra real, unas pérdidas superiores al 60 por ciento sobre una producción normal de 24.000 toneladas de uva que cada año se recogen en el Bierzo. La cuestión es por qué el Consejo Regulador no controla toda esa producción, por qué las bodegas no etiquetan toda esa producción como vino de calidad, y por qué no tenemos en el mercado, metido en una botella, 18 millones de litros de vino cada año.
Otros años una parte escandalosa de toneladas de uva se han escapado del control del Consejo porque las bodegas no la compran o no la compran a un precio digno, lo que provoca su salida a otras zonas, en particular a Galicia. Este año, fruto del mejor precio por la escasez, esa fuga de uva ha sido testimonial. Y también, hay que decirlo, muchos años una parte de la producción se queda en la planta por causa de la botritis, mientras este año se ha aprovechado hasta el último racimo debido a una climatología seca que ha llevado a la buena sanidad de la plata y del fruto.
Me alegro de que la D.O. haya recogido uva suficiente para esos ocho o nueve millones de botellas que vende al año, y que las bodegas puedan atender a sus clientes. Los proveedores, los viticultores, están hundidos moral y económicamente porque no han sacado un duro, es más, se han empeñado, y ni el mejor precio ni las falsas ayudas de la Junta de Castilla y León, le van a servir para afrontar todo un año que queda por delante hasta la siguiente vendimia. Será buen año para las bodegas, y quizás para el Consejo Regulador, pero para los viticultores ha sido una catástrofe, diga lo que diga la oficialidad.
José Antonio Turrado, secretario general de ASAJA de León