En las simas de cada corazón, / habita la concordia, la calma. Buscaré en esas simas, / cuando las dudas y lo oscuro, / merodeen en las vertientes del ocaso. / En las simas de cada corazón, / también revolotean pétalos, / de libertad, risas y miel. / Esa miel con risas, serán la guía, / que acaricie mis sentidos, / cuando éstos, obnubilados, / queden varados en el desierto / del ego. Ego, eg, o, una palabra / de solo tres letras, pero enorme, / tanto que puede desecar el mar, / tragarse la esperanza, pudrir la carne, / socavar las almas y hacer zumo con ellas. / En las simas del corazón, / buscaré la concordia y la calma, / cuando aceche la descordura. / Cuando mis brazos no sirvan / para albergar la magia y la existencia, / invocaré al corazón, para que me de alas / con las que acunar la inocencia. Corazón. / Corazón te escucho cada segundo, / cada segundo de mi vida es tuyo. / En tus simas, me buscaré siempre, / cuando el embrujo del ego me ciegue. / Porque si nos ciega el ego, / la vida se pondrá a hacer el pino. / y… si a la vida le da por hacer el pino, / saldremos todos disparados /
hacia la noche eterna de la muerte.
Sobre la mesa de la cocina, encima de la carpeta de apuntes, Ghada había dejado, para repasar mientras desayunaba, un nuevo poema, que les había mandado escribir el profesor de literatura con motivo de los últimos acontecimientos en Cataluña. Ghada sabía de sufrimiento y de invasión, más que cualquiera de sus compañeros, ella era una refugiada y en su país, el caos era lo único que reinaba.
Mazem, el padre de Ghada, entró en la cocina para prepararse el bocadillo que llevaba al trabajo y se fijó en el folio. No pudo contenerse, lo leyó y las lágrimas inundaron las comisuras de sangre. Ensimismado pensando en el poema y todo lo que había dejado atrás, cuando apareció Ghada por la cocina.
-¿Papá estas llorando? –Sí, tu poema me ha hecho vibrar, perdona que lo haya leído, pero no pude contenerme, y me agradezco la insolencia, pues así he podido comprobar cómo expresa tu corazón con palabras, los sinuosos átomos del recuerdo. –Me halaga que lo hayas leído y me des tu opinión, me gustaría llegar algún día a tener tu talento.
Ambos se abrazaron y lloraron a dúo. Llorar a dúo, es más conmovedor, pero también más cálido.
Mordida existencial: La vida nos enseña, o lo intenta, porque parece que el hombre es el único animal que no aprende. Estoy triste estos días, nunca creí que en el siglo XXI, en plena globalización, se pudiera llegar a la majadería a la que se ha llegado en Cataluña. La libertad es una muchacha frágil, y si la zarandeamos mucho, rápidamente enferma. A mí se me ocurre reciclar y leer versos para que la cordura vuelva a reinar en algunas cabezas.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.