Esta es la situación: un tren avanza sin frenos y está a punto de atropellar a cinco personas que están sobre la carrilera.

Tú estás a un lado del camino y con solo tirar de una palanca puedes salvarles la vida, pues ésta hará que el tren se desvíe, peeero…matará a una persona que está en el otro carril.

Tienes 10 segundos para tomar una decisión. Si no haces nada, mueren 5 personas; si tiras de la palanca muere una. ¿Qué haces?

Este experimento, conocido como el «dilema del tren» es un clásico entre filósofos y sicólogos, que lo usan para aprender acerca de cómo tomamos decisiones y contrastar distintas perspectivas sobre una misma situación.

Por una parte, están quienes creen que lo correcto es causar el menor daño posible, con lo cual tirarían de la palanca.

Otros, por el contrario, piensan que es inmoral causar un daño adrede, por muy buenas que puedan ser las intenciones.

La espiral de preguntas se vuelve infinita: ¿salvar a cinco personas es mejor que salvar a una?, ¿es correcto exponer a la muerte a una persona que no está en peligro inminente?; alguien que no tiraría de la palanca, ¿cambiaría de opinión si en vez de 5 fueran a morir 100 personas?

«Es el dilema del bienestar del individuo versus el bienestar de un grupo», le dice a BBC Mundo el sicólogo Dries Bostyn, de la Universidad de Gante, en Bélgica.

Bostyn es el líder de un equipo de investigadores que sacaron el dilema del plano hipotético y lo llevaron a la práctica, con un caso distinto pero con la misma lógica.

Para su experimento, Bostyn reunió a un grupo de 300 voluntarios para enfrentarlos al dilema.

A una parte de ellos se les planteó el siguiente escenario: en una jaula hay cinco ratones, en la otra hay solo un ratón. Con una cuenta regresiva de 20 segundos, si no haces nada, los 5 ratones sufrirán un choque eléctrico que les causará dolor. Si antes de que se acabe el tiempo oprimes un botón, el choque lo recibirá el ratón de la otra jaula.

El 66% dijo que sí oprimiría el botón para que el ratón solitario recibiera el choque y evitarle el sufrimiento a los otros cinco. El 34% dijo que no haría nada, con lo cual los 5 ratones recibirían la descarga.

Luego, a otro grupo de voluntarios los expuso a una situación real. Los ubicaron frente a dos jaulas, una con cinco ratones y otra con un solo ratón.

En medio había un botón para activar el choque (en realidad el botón no producía ningún choque, pero a los participantes se les hacía creer que sí). El cronómetro comenzaba a andar y tenían que decidir rápidamente qué hacer.

En este caso, el 84% presionó el botón para salvar a los 5 ratones. Es decir, solo 16% no hizo nada para evitarles el choque.

Para Bostyn, este resultado sugiere que «lo que piensen las personas no predice lo que realmente harían».

Para los investigadores, uno de los hallazgos más interesantes fue los sentimientos encontrados que experimentaban los participantes.

«Fue fascinante ver a personas que sentían que habían tomado una buena decisión, pero igual luego pedían disculpas por haberla tomado», dice Bostyn. «Es una cuestión muy interesante de explorar en el futuro».

El experimento de Bostyn aún tiene varias limitaciones, pues es difícil comparar la muerte de un ratón con la de un humano.

En el futuro planean hacer un experimento en el que la misma persona se someta al caso hipotético y al real, para ver cómo varían sus respuestas.

Pero, volviendo al tren,… ¿cambiaste de opinión?

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